jueves, 26 de agosto de 2010

Un poco de historia...

El siguiente texto hace referencia a la evolución del mercado de capitales local en relación con los mercados mundiales con sesgo al mercado accionario.
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Evolución de los mercados de capitales globales y argentino

ANTES DEL 76

El desarrollo de los mercados de capitales en los países ricos ha estado acompañado por una integración financiera creciente entre naciones. Esta globalización no es nueva. Los flujos internacionales de capitales han existido durante mucho tiempo. En su mayoría los flujos de capital tomaron la forma de flujos de bonos y fueron de largo plazo (1880-1914).

Aunque no se sabe mucho del mercado de capitales argentino anterior a 1930, parece que se hallaba en íntima relación con los mundiales, en especial con el de Gran Bretaña y después de la primer GM, con el de EEUU. Los ahorros reales conseguidos tanto dentro como fuera del país se destinaron a mejoramiento de tierras, construcción de ferrocarriles, instalación de viviendas, entre otras cosas. La transferencia real de ahorros extranjeros a la Argentina facilitó también la transformación de ahorros internos en bienes de capital importados.

Si bien no es posible dar respuesta precisa a quienes pertenecían los ahorros reales que financiaron esa acumulación si caben algunas observaciones. Los capitales extranjeros financiaron gran parte de la formación de capital, en particular antes de la 1er GM.

Entre 1901 y 1915 el 47% de la inversión fija bruta estaba financiada por extranjeros. Sobre todo después de 1880, las fuentes externas fueron de importancia decisiva para la financiación del capital social fijo y de otras actividades imprescindibles para que la Argentina se integrara con los mercados mundiales. Esto se lo consiguió en forma directa (por la inversión en ferrocarriles, servicios públicos, etc.), o indirecta (con la compra de bonos del gobierno).

Después de 1914 la contribución relativa de la financiación por ahorros extranjeros disminuyó produciéndose cambios en sus fuentes. Los ahorros internos brutos parecen haber alcanzado una participación del 10% del PIB en la mayor parte de los años anteriores a 1930. Un mercado de capitales constituido por algunos modernos intermediarios financieros canalizó una parte de dichos ahorros hacia la construcción de viviendas, el comercio, las actividades rurales y el sector industrial.

Con anterioridad a 1930, había un amplio mercado de hipotecas de especial importancia para la canalización de fondos hacia las actividades rurales y la construcción de viviendas urbanas. Del total de la deuda hipotecaria entre 1915 y 1925, la mitad correspondía al Banco Hipotecario Nacional y a otras compañías y asociaciones hipotecarias.

El mercado estaba bien abastecido con instrumentos de deuda expresados en términos monetarios fijos pero había una carencia casi absoluta de valores mobiliarios negociados masivamente. Las empresas comerciales e industriales confiaban sobre todo en el crédito bancario para el financiamiento a corto plazo y en las ganancias retenidas para el financiamiento a largo plazo.

Del valor total de operaciones de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires durante 1926-29, el 64% correspondía a negociaciones de papeles hipotecarios, el 25% a negociaciones de bonos del gobierno nacional y provinciales, y solo el 11% representaba negociación de acciones y debentures de sociedades anónimas

Esta falla estimuló el estudio en la década de 1930 de las formas de mejorar el financiamiento industrial a largo plazo, así como la creación de un banco industrial en la década de 1940.

Una última característica del mercado de capitales anterior a 1930 que merece la pena destacar es la gran participación de las instituciones nacionales. La participación de los bancos extranjeros era bastante pequeña.

Mercado de Eurodólares

La Primer Guerra Mundial representó el primer golpe a la ola de globalización financiera, el cual fue seguido por un período de inestabilidad y crisis que finalmente condujo a la Gran Depresión y a la Segunda Guerra Mundial.

Después de estos eventos, los gobiernos retrasaron la globalización financiera, imponiendo controles de capital para recuperar la autonomía monetaria. El sistema internacional estuvo entonces dominado por el arreglo de Bretton Woods de tasas de cambio fijas pero ajustables, movilidad limitada del capital y políticas monetarias autónomas.

En el período siguiente a la 2da GM, los hacedores de política llegaron a un consenso acerca de que el libre movimiento de capitales alrededor del mundo había desestabilizado las economías nacionales y puesto en movimiento devaluaciones competitivas que demostraron ser dañina para el comercio internacional, lo que contribuyó, en último término, a la Gran Depresión en la década de los años 30.

Para asegurar simultáneamente el libre comercio de bienes y servicios, tasas de cambio estables y un grado significativo de autonomía en la política monetaria, los hacedores de política acordaron restringir la libre movilidad de capital. El sistema que surgió estaba basado en el acuerdo de Bretton Woods de posguerra y era custodiado por el FMI, el cual fue creado precisamente para este propósito.

Sin embargo, los controles de capital bajo el sistema de Bretton Woods no eran infalibles. Aparecieron en aquel tiempo pequeñas fisuras, particularmente debido al hecho de que el sistema no obligaba a los países miembros a ejercer controles de capital en el otro país. Debido a este tipo de grietas, el sistema de Bretton Woods tuvo que ceder, eventualmente a la presión creciente de la movilidad internacional del capital. El surgimiento del mercado de eurodólares, un mercado libre de control y de regulación gubernamental, jugó un papel central en este proceso. Este mercado se originó cuando el gobierno británico, con el fin de proteger el valor de la libra británica y evitar una crisis de moneda, restringió la movilidad del capital en 1957. Los bancos para no perder su participación en el mercado de préstamos internacionales, evadieron las restricciones utilizando sus depósitos en dólares para otorgar préstamos vía el mercado de eurodólares (en el exterior). Este mercado creció aún más durante la crisis cubana, cuando los bancos rusos desplazaron sus reservas de dólares de las cuentas en Estados Unidos hacia Londres. Sin embargo, el mayor impulso de crecimiento para el mercado eurodólares vino a finales de la década de los 60, cuando la administración de Estados Unidos impuso controles en un impulso de reducir su creciente déficit de balanza de pagos y restaurar el respaldo en oro del dólar según lo requerido bajo el sistema original de Bretton Woods. Al igual que los bancos británicos lo habían hecho antes, los intereses financieros de Estados Unidos se dirigieron en forma creciente al mercado de eurodólares para evitar las acciones de su propio gobierno.

Gráfico 1


Fuente: Bolsa de Comercio de Buenos Aires

(*) datos a Julio 2010

Al final, los incentivos tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido favorecieron el mercado de eurodólares, ya que utilizaron el dólar como la principal moneda de transacciones y al Reino Unido como ubicación.

A medida que la movilidad de capital creció a la par con el crecimiento del mercado de eurodólares, el alcance de la autonomía de la política monetaria se vio reducido. Esto a su vez, limitó crecientemente la capacidad de los países desarrollados para lograr los objetivos de política doméstica desvinculando su ciclo de negocios domésticos de los desarrollos internacionales. Las presiones en el sistema Bretton Woods se acumularon hasta que, en 1971, éste fracasó cuando Estados Unidos abandonó el respaldo en oro del dólar y terminó su compromiso de restringir los movimientos de capital.

La financiación de empresas argentinas en la posguerra

Según el estudio realizado por Carlos Diaz (2002) los datos sobre los orígenes de los fondos de las 285 sociedades anónimas manufactureras más importantes en 1956-1960 indican que un tercio de sus fuentes de fondos de capital eran internas (utilidades no distribuidas, fondos de depreciación y reservas), un 14% provenía de la emisión de valores (principalmente acciones), otro 14% de los préstamos bancarios, el 21% de los prestamos comerciales y de otro tipo, el 16% de la postergación de las obligaciones impositivas y de previsión social, y el 2% de diversas fuentes externas.

En cuanto a los últimos años se cree por lo común que los fondos obtenidos de fuentes internas y de aplazos en los pagos impositivos y de previsión social, así como de préstamos del exterior, han llegado a ser cuantiosos.

El auge de las inversiones en 1960-61 se financió en gran parte, directa o indirectamente, con fondos extranjeros. Particularmente en 1962 se alcanza la cantidad máxima de empresas listadas en la bolsa ascendiendo el número a 669. A comienzos de 1961 y en sólo 1 año se habían listado más de 100 nuevas empresas.

Sin embargo, tras una gran actividad durante 1960-61, el mercado de acciones perdió importancia, el papel representado por el banco industrial y los bancos comerciales también sufrió una disminución relativa a causa de los cambios de la política monetaria[1].

DESPUES DEL 76 Y ANTES DE LOS 90

Los mercados de capitales de los países desarrollados han crecido sustancialmente durante las tres décadas pasadas, experimentando un gran auge en los años noventa. Como parte de este proceso las compañías consiguieron más capital en los mercados de bonos y acciones, mientras que los inversores minoristas e institucionales aumentaron la participación en esos mercados.

Los años setenta fueron un testigo de una nueva era en el sistema financiero internacional. Con la desintegración del arreglo de Bretton Woods de tasas de cambio fijas, los países pudieron abrirse a una mayor movilidad del capital y mantuvieron a la vez la autonomía de sus políticas monetarias.

Aunque la globalización a principios del siglo XX principalmente supuso flujos de los países ricos hacia economías emergentes, la mayoría de la acción en la fase de globalización más reciente ha tenido lugar entre las economías desarrolladas. En esta fase, los flujos de capital entre países desarrollados han aumentado marcadamente. A la vez, la actividad del mercado de capitales se ha concentrado en unos pocos centros financieros internacionales grandes, principalmente Frankfurt, Londres, Nueva York y Tokio.

Los países en desarrollo también se han visto afectados por las mismas tendencias implícitas y han podido participar en alguna medida en estos procesos.

Según De la Torre y Schmukler (2006), las tendencias globales afectaron a los países en desarrollo en al menos 2 formas. Primero, hubo nuevo capital disponible en los mercados financieros internacionales, que los países en desarrollo trataban de atraer a sus mercados domésticos. Segundo, los países en desarrollo trataron de emular el uso creciente de los mercados de capitales que caracterizaban las economías desarrolladas reformando sus mercados.

El nuevo capital disponible surgió luego de la crisis del petróleo de 1973, el cual proporcionó a los bancos internacionales fondos frescos para invertir en países en desarrollo. Estos fondos fueron utilizados principalmente para financiar gobiernos a través de préstamos sindicados. El auge en los flujos de capital los años 70 y principios de los 80 fue seguido por la crisis de deuda que empezó en México en 1982.

Sin embargo, los mercados de capitales domésticos antes de los años noventa estuvieron basados mayoritariamente en bancos y los mercado de títulos valores eran prácticamente inexistentes. Los gobiernos regulaban fuertemente las tasas de interés, intervenían directamente la operación de las instituciones financieras y dirigían la asignación de créditos por parte de los bancos privados.

El sector bursátil argentino en los 70´

El comportamiento de la economía argentina hasta la década del 70 registraba la presencia de restricciones provenientes del sector externo, determinado por el saldo de la balanza comercial, el nivel de los créditos externos y las inversiones de origen foráneo.

En este período, el sector bursátil se mostraba como un interesante canal del proceso de crecimiento, con un clara tendencia ascendente en los volúmenes negociados en títulos públicos y privados.

En este sentido, la tasa de crecimiento del volumen total negociado (en dólares), aumentaba un 31,9% anual, más que duplicándose por trienios, con incrementos superiores en el segmento de títulos privados, y con una participación preponderante de los títulos públicos (77% del total en promedio)[2].

Los rendimientos, en tanto, daban cuenta para la década de una interesante valorización en dólares, que alcanzaba al 87,1%, sostenido durante seis años de la década completa, y que alcanzó su máximo sobre agosto de 1976 (medido en australes constantes), en pleno proceso de transformación del sistema financiero argentino. Cotizaban 333 empresas en promedio.

En este sentido, el sector bursátil tendía a incorporar su rol intermediario en el proceso de ahorro-inversión.

La década del 80 y los petrodólares

El escenario mundial de entonces, daba cuenta de la existencia de una importante sobreoferta de fondos, ligados al boom de los precios petroleros, a cuyas expensas los países poseedores de dicha materia prima, se hicieron de importantes niveles de liquidez que volcaron hacia el sistema financiero internacional, fundamentalmente el norteamericano, quienes se encontraron con un inmenso fluir de fondos que reciclaron con políticas de asignación de créditos.

En el marco de dicho período, la crisis de la deuda, a partir de 1982, adicionó dificultades en las economías endeudadas, especialmente en economías que como la argentina no realizaron una cauta política de endeudamiento en monto y direccionamiento del financiamiento obtenido.

En la década perdida de América Latina, nuestro país compartió las políticas de ajuste intensivas, que intentaban con dispar efectividad generar saldos positivos de balanza comercial, de forma de enfrentar los servicios de una deuda que crecía en su volumen.

En los comienzos de los 80, la efectividad del sector bursátil en cumplir su rol en el proceso económico, apareció claramente deteriorada, en un marco de fuerte inestabilidad e incertidumbre con origen en la economía local e internacional.

Según el documento de trabajo del IAMC (1990), la tasa de crecimiento de los volúmenes negociados medidos en dólares, de excelente comportamiento sobre la anterior década, cedía a una tasa del 3,8% anual que implicaba una importante desaceleración en el camino emprendido de estrechamiento de la brecha existente entre los indicadores de nuestro país y los mercados de mayor desarrollo relativo.

El segmento de títulos privados mostraba una contracción más intensa en su tasa de incremento. Los rendimientos en dólares exhibían una disminución relativa de importante magnitud (40,5%), apuntado por seis años de la década completa de trayectoria descendente.

El número de empresas cotizantes, observaba una tendencia claramente descendente, que alcanzaba al 2,7% anual, con un valor promedio de 229 empresas para el período.

LOS 90 EN ADELANTE

Según De la Torre y Schmukler (2006), las tendencias globales han afectado a los países en desarrollo en al menos 2 formas. Primero, a través de cambios en el volumen y en la composición de los flujos de capital, y segundo, a través de la internacionalización de los servicios financieros.

La mayor disponibilidad de liquidez en los mercados de capitales internacionales condujo a diversos auges en los flujos de capital hacia los países en desarrollo. La primera ola reflejó el reciclaje a través del sistema bancario internacional de los petrodólares acumulados por los exportadores de petróleo durante el auge de los precios del petróleo en los años 70. Esto condujo a una crisis de deuda que se inició en México en 1982. Aunque primero fue tratada como un problema de liquidez, la crisis de deuda en los países en desarrollo fue vista eventualmente como lo que era –un gran problema de solvencia que debía ser manejado a través de un protocolo de reducción de deuda acordado internacionalmente. La iniciativa Brady, lanzada en este contexto, proporcionó un marco para que los países endeudados, dentro de programas apoyados por el FMI, negociaran reducción de deuda y del servicio de la misma con sus acreedores bancarios comerciales. Como resultado, se desarrollo un mercado para los bonos soberanos de las economías emergentes, pavimentando el camino para el reingreso de estas economías a los mercados de capitales internacionales.

Con el establecimiento de este nuevo mercado de bonos Brady, iniciado en 1989, la confianza de los inversores en los países en desarrollo se empezó a recuperar graduablemente, y con una demanda creciente por los bonos de los mercados emergentes, los gobiernos pronto aprovecharon la oportunidad de emitir deuda por fuera del mercado Brady.

Los flujos de capital hacia las economías emergentes durante los años 90 llegaron a un máximo en 1997, disminuyendo entonces en los años siguientes como consecuencia de las crisis financieras, en particular, la crisis de Asia oriental de 1997-98 y la crisis rusa de 1998, que generaron conciencia acerca de la necesidad de manejar mejor los flujos de capital, a medida que las repentinas reversiones en los flujos internacionales obligaban a hacer ajustes macroeconómicos dolorosos en el frente doméstico. Desde entonces, los flujos de capital se han recuperado, experimentando un crecimiento fuerte.

Por otro lado, los flujos oficiales disminuyeron en más de la mitad y los flujos de capital privado se convirtieron en la fuente principal de capital para un gran número de países. La IED ha crecido continuamente desde principios de los años 90. Las fusiones y Adquisiciones fueron la fuente más importante de este aumento, especialmente aquellas que resultan de la privatización de las compañías de propiedad estatal. El desplazamiento hacia los flujos relacionados con acciones, y la IED en particular, ha sido aún más fuerte en años recientes[3].

Ahora bien, el capital privado no fluye a todos los países de igual forma. Los primeros 10 países en términos de flujo de capital privado entre 1990 y 2004 concentraron alrededor del 68% de estos flujos[4].

Una característica sobresaliente de la ola reciente de globalización financiera ha sido la internacionalización de los servicios financieros, es decir, el uso de los intermediarios financieros internacionales por parte de emisores e inversores locales. Esta internacionalización ha sido lograda a través de dos canales principales. El primer canal es una mayor presencia de los intermediarios financieros internacionales en los mercados locales. Simultáneamente a los flujos de capital, las instituciones financieras internacionales trasladaron operaciones a los países en desarrollo. El segundo canal comprende el uso de intermediarios financieros internacionales y de mercados ubicados fuera del país, por parte de inversores y emisores locales, por ejemplo, a través de los american depositary receipts (ADRs)[5].

El nuevo paradigma. Políticas de Estado

Los países en desarrollo han tratado en diferentes formas de atraer los nuevos capitales disponibles en los mercados internacionales. La liberalización financiera fue la ruta más directa hacia esa meta. La mayoría de los países en desarrollo liberalizaron sus sistemas financieros a finales de la década de 1980 y principios de los 90[6]. Algunos años después de la liberalización financiera de los países desarrollados. Como consecuencia del proceso de liberalización, los gobiernos y las firmas han obtenido capital activamente en los mercados financieros internacionales y los extranjeros han invertido en los mercados domésticos. Esto implicó que se permitiera a las instituciones financieras internacionales trasladarse a los países en desarrollo, comprando bancos locales y estableciendo sucursales o subsidiarias locales.

La privatización fue otra forma de atraer capital extranjero. Iniciado por Chile y por el Reino Unido y luego seguido por la mayoría de los países. Debido a que muchos países emergentes realizaron privatizaciones a través de ofertas públicas en las bolsas de valores locales, la privatización tuvo un impacto directo sobre el crecimiento de la capitalización local del mercado accionario. Como se mencionó anteriormente, el auge en los flujos accionarios y la IED se explica parcialmente por las adquisiciones entre países de empresas anteriormente públicas.

El gráfico 7 elaborado por De la Torre y Schmukler (2006) trata de reflejar los efectos positivos de las reformas sobre el desarrollo de los mercados accionarios domésticos respecto a la capitalización de mercado y los volúmenes negociados. Tanto el panel superior como el inferior muestran un gran aumento en la capitalización promedio del mercado como del volumen negociado, ambos sobre el PIB, después de la reforma.


Gráfico 2: Relación entre el desarrollo del mercado doméstico de acciones y la privatización

Fuente: De la Torre, Gozzi y Schmukler (2006b); Estadísticas de S&P Mercado de acciones; Banco Mundial

Los datos son promedios para países que implementaron la reforma, con un mínimo de dos años con datos disponibles antes y después de la reforma.


Finalmente, los países en desarrollo trataron de mejorar el clima para las entradas de capital buscando la estabilización macroeconómica, mejores entornos de negocios y bases institucionales y económicas más sólidas.

Por otro lado, como menciona De la Torre y Schmukler, también se intentó emular el desempeño de los mercados de capitales en los países desarrollados emprendiendo una serie de reformas que se pensaban que fomentaban el desarrollo de los mercados de capitales de títulos valores.

En las primeras etapas, las reformas tuvieron principalmente un enfoque de desarrollo. McKinnon (1973)[7] y Shaw (1973)[8] lograron explicar de manera convincente a los vínculos entre el desarrollo financiero y crecimiento económico. Según estos autores, la falta de profundización financiera perjudica el crecimiento económico porque desincentiva el ahorro y distorsiona la distribución de las inversiones. Ellos atribuyeron la falta de profundización financiera a la represión financiera originada en la intervención del gobierno en la determinación de las tasas de interés y asignación de créditos, así como también por un estricto control de la cuenta de capital. La implicación política de este diagnóstico fue claro: "liberalizar" la economía de la represión financiera. A pesar de que la desregulación es susceptible de causar un incremento en las tasas de interés, el crecimiento se aceleraría mano a mano con un aumento del ahorro y el aumento de la productividad. Más adelante King y Levine (1993) redefinieron el nexo de crecimiento del sector financiero argumentando que los mercados de capitales juegan un papel crucial en el procesamiento de información.

La intención de desarrollar los mercados de capitales domésticos encajaba bien con la tendencia global de moverse hacia un sistema orientado al mercado. Los mercados de capitales mejorarían la eficiencia del sector financiero compitiendo con el sector bancario comercial, que en muchos países en desarrollo cobraba altos márgenes de intermediación. Después de la crisis de Asia Oriental de 1997-1998, algunos consideraron el desarrollo de los mercados de capitales locales como una forma de lograr que el sistema financiero de los países en desarrollo fuese más estable[9]. La motivación era que los mercados de bonos, podían ser la llanta de repuesto del sistema, que sostenían las finanzas cuando la llanta principal (los bancos) se pinchaba por una crisis. Además, los mercados de capitales podían ayudar a absorber crisis trasladando a los inversores –en tiempo real- los cambios en los valores de los activos. Adicionalmente, los mercados de capitales proporcionarían moneda local e instrumentos de deuda de larga duración al igual que más productos derivados, que podían ayudar a manejar mejor y aún a reducir el riesgo sistémico. A su vez, los mercados de títulos valores en buen funcionamiento crearían liquidez para las transacciones financieras y asignarían y diversificarían riesgos eficientemente. En el proceso, los mercados de títulos valores reducirían el costo del capital, permitiendo mayor ahorro e inversión en toda la economía.

El aluvión de reformas que siguió puede ser agrupado en reformas de primera y de segunda generación. Las reformas de primera generación se centraron en la estabilización del entorno macroeconómico, estableciendo los marcos básicos legales regulatorios, liberalizando los mercados financieros domésticos y abriendo las cuentas de capital. Las reformas de segunda generación tendieron a concentrarse en construir una mejor infraestructura institucional y de mercado para aumentar la actividad de mercado y la liquidez, ampliar la participación del inversionista y expandir el universo de los instrumentos negociados.

Aparte de la liberalización financiera y de la privatización, los esfuerzos de reforma fueron complementados por reformas estructurales al sistema de pensiones, desplazándose de los sistema de reparto administrados públicamente, de beneficios definidos, a los sistemas de contribución definida administrados privadamente de las cuentas individuales de pensiones. Entre otras cosas se esperaba que los nuevos sistemas de pensiones dispararan la disponibilidad de la financiación de largo plazo para el sector privado. Chile fue el primer país en adoptar este sistema en 1981 y muchos otros países implementaron reformas similares durante los últimos 15 años.

Los gobiernos también aprobaron nuevas legislaciones tendientes a crear los marcos legales, las infraestructuras y las instituciones de mercado apropiadas para hacer que los mercados de capitales florecieran. En particular, los países crearon comisiones domésticas de valores y cambios, desarrollaron considerablemente el marco regulatorio y de supervisión, y lograron un progreso importante hacia el establecimiento y mejora del entorno básico para las operaciones de mercado. Dentro de estas últimas se incluyeron nuevas políticas relacionadas con sistemas centralizados de cambio, de despegue y de liquidación, arreglos de custodia y mejoras en diversos grados en los estándares contables y de revelación.

Una importante lección de política de la década de 1990 fue que la mayoría de los sistemas financieros domésticos en economías emergentes no eran lo suficientemente fuertes para resistir los impactos de influjo de capital importantes. Dos enfoques: Por una parte, algunos consideraron que la liberalización financiera había ido muy lejos, que esta había sido introducida en forma prematura y poco sabía, entes de establecer los requeridos soportes macroeconómicos, regulatorios e institucionales. Éste enfoque, por consiguiente, concluyó que para permitir el desarrollo y buen funcionamiento de un mercado de capitales doméstico, la apertura financiera habría tenido que reducirse, detenerse, o aún revertirse. Por otra parte, otros argumentaban que la liberalización y los relacionados esfuerzos de reforma deberían ser, en todo caso, profundizados y vigorizados de modo de asegurar la estabilidad financiera.

Luego de la crisis asiática, en efecto, muchos avalaron la idea de que la vulnerabilidad de los mercados emergentes se encontraba en gran medida vinculada con la falta de diversificación en sus sistemas financieros, los cuales dependían excesivamente de la intermediación bancaria.

Las alternativas del mercado de capitales en la intermediación financiera habrían funcionado bien en Estados Unidos durante las dos crisis bancarias –la crisis de deuda latinoamericana y la crisis de ahorro y préstamos- que afectaron gravemente a las instituciones bancarias. En ese contexto, Greenspan hizo la afirmación de que “Antes de que la crisis asiática estallara, había pocas razones para cuestionar las tres décadas del fenomenalmente sólido crecimiento económico de Asia Oriental, financiado en gran parte a través del sistema bancario, mientras las economías en rápida expansión y el crédito bancario mantuvieran baja la razón de préstamos en mora sobre activos bancarios totales. La ausencia de formas de intermediación de respaldo no tenía grandes consecuencias. La falta de una llanta de repuesto no es una preocupación si la principal no falla”

De la mano a esta afirmación De la Torre y Schmukler (2006) mencionan que “la liberalización financiera, la privatización y las reformas conjuntamente canalizaron considerables montos de capital externo hacia las economías emergentes. Sin embargo, el aumento de las entradas de capital coincidió con un período turbulento de crisis financieras en diversas economías emergentes”.

Sin entrar en confrontación con la opinión de Greenspan y De la Torre y Schmukler (2006), detrás de estas afirmaciones parecería aflorar la idea de que nada tuvieron que ver las políticas de liberalización, privatización y apertura con las crisis financieras ocurridas en Asia Oriental o Rusia y más recientemente con la crisis argentina de 2001.



[1] Según Carlos Diaz (2002) en 1956-58 el stock total de crédito bancario dirigido al sector privado ascendía a cerca del 30% del PNB anual, en 1959-63 la proporción se redujo al 18% y en 1964-65 sólo alcanzó al 15%.

[2] La Economía argentina y el sector bursátil, 1990. Documento del IAMC, Volumen 17, pp. 56-61

[3] De la Torre y Schmukler (2006)

[4] Los primeros 10 países en términos de flujos privados de capital entre 1990 y 2004 fueron (en orden de magnitud decreciente): China, Brasil, México, Argentina, Polonia, India, Malasia, Chile, Turquía y Hungría.

[5] Actualmente, de las 100 empresas domésticas que cotizan en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, 15 poseen programas de ADR.

[6] El estudio realizado por Geert Bekaert y Campbell Harvey considera noviembre de 1989 como la fecha en la cual se produce la liberalización del sistema financiero debido a la implementación de un nuevo régimen de inversión extranjera. En esa fecha fueron abolidos todos los límites legales sobre inversiones extranjeras. Las ganancias de capital y dividendos se permiten repatriar libremente, sin necesidad de aprobación previa de las transacciones. No hay límites legales de acuerdo al tipo o naturaleza de las inversiones.

[7] Dinero y capital en el desarrollo económico, McKinnon, Ronald (1975). Versión en castellano. La versión en inglés es de 1973.

[8] Financial deepening in economic development, Shaw, Edward (1973)

[9] Greenspan (1999)

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